Al día siguiente un extraño cortejo desfiló por los patios del castillo. Los niños del coro llevaban cirios y entonaban el De Profundis rodeando un ataúd negro forrado de tela. El féretro viajaba en una carroza cubierta de crespón de luto y extrañamente adornada con unos cuernos de ciervo. Detrás iba monsieur de Montespan acompañado por sus dos hijos, Louis-Antoine y Marie-Christine.