Los sacerdotes observaron que los escarabajos peloteros desaparecían bajo tierra y otros nuevos surgían de pronto de esas bolas. Por eso los identificaron con Jepri (o Khepera), “el que llegó a ser”, el dios sol que se creó a sí mismo, que renace cada día y que representa la vida eterna. Pensaban que así como el escarabajo hacía rodar las bolas de estiércol, de igual modo el dios Jepri movía el disco solar a través del cielo, y cuando el sol desaparecía, él lo renovaba trayéndolo de nuevo cada mañana desde el mundo subterráneo. Por consiguiente para los egipcios el escarabajo representaba la resurrección, la virilidad, la sabiduría y la constante renovación de la vida