¿tienes un restaurante?

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Pedro Salinas hace tiempo dijo: "No hay duda de que en la palabra cordial e inteligente tiene la violencia su peor enemigo. Cabe la esperanza de que cuando los hombres hablen mejor, mejor se sentirán en compañía, se entenderán más delicadamente"

Hacía tiempo que no escribía ningún fragmento de ninguna de las obras de los Maestros Rusos que hace tiempo comencé a leer. Hoy escribo lo siguiente y espero que os guste. Pertenece a EL PUENTE DEL DIABLO de M. A. Aldanov...

Una franja oblicua penetró en la habitación. Se había abierto la puerta del dormitorio de la emperatriz (se refiere a Catalina) y en el umbral apareció el médico de cabecera, Rogerson. De pronto se hizo un silencio de muerte. Rápidamente todos se levantaron de sus sillones y de sus sillas, y también Alexandr Andreievich Besborodko abandonó la ventana y corrió hacia el médico. Rogerson paseó la mirada de disgusto por toda la habitación y dijo con voz apagad, muy lentamente y en francés, idioma que casi desconocía:
-Caballeros, les ruego hablen más bajo...
Un ola muy débil, apenas perceptible, de desengaño flotó por la estancia. Los que se habían levantado volvieron a sentarse. Pero Alexandr Andrevievich permaneció frente a la puerta abierta, como clavado en el suelo y, por encima de los hombros de Rogerson, miraba horrorizado la mancha blanca que yacía sobre damasco rojo del dormitorio...

...
Le impresionó muy profundamente que la emperatriz estuviera tendida en el suelo, porque los médicos no se habían decidido a llevarla hasta la cama. Las paredes del dormitorio estaban sumidas en la penumbra, pero en el centro, delante de la puerta, ardían unas velas en unos candelabros de color de rosa.
Al lado del colchón estaba arrodillado uno de los médicos, que tenía en la mano izquierda una vela y con la derecha enjugaba con unos paños que le iba dando Maria
Savishna, que no dejaba de llorar, la saliva negra que manaba de los labios de la moribunda...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
...
El rostro de Catalina era horrible. Cambiaba continuamente de color: tan pronto era de una palidez amarillenta, como, bajo la congestión de la sangre, adquiría un vivo color rojo, para recobrar de nuevo aquella palidez. Dos pasos más allá se hallaba igualmente de rodillas, pero con una posición muy forzada, con la mirada fija en la emperatriz y las manos entrelazadas, la obesa y fea "éprouveuse", Anna Stepanovna Protasova...