Es en la infancia donde es más fácil ver praderas verdes y
campos dorados, bosques frondosos y
ríos cantarines, azules y caudalosos; grandes lechos de
nieve nítida, reluciente al sol, o un cenit oculto por una cortina de
lluvia. Es en la infancia cuando el rostro de la
naturaleza se le graba a uno en la retina y en el recuerdo mejor que las facciones de los seres más próximos, queridos y admirados.