La fuga de Hortensia no fue descubierta hasta la mañana siguiente. El marido corrió entonces a ver al rey para solicitarle que fuera detenida en la frontera, pero no le sirvió de mucho: Luis XIV profesaba un gran afecto a las sobrinas del cardenal, y, desde luego, en este asunto estaba inequívocamente de parte de Hortensia. El rey, con mucha ironía, remitió a Armand a su amigo el Arcángel San Gabriel y se desentendió del asunto. Incluso ayudó a Hortensia con una pensión que le permitiera vivir con independencia del esposo.