Fue después de esta relación cuando, a finales de ese año, Marie comenzó otra con Liszt, recientemente separado de su amante, la condesa Marie d’Agoult. Fue ella quien se dirigió a él cuando lo vio en el pasillo de un teatro, y ambos permanecieron charlando durante todo el tercer acto de la obra. Marie insistió a su médico, que conocía al músico, para que lo trajera a una de sus recepciones, y de ese modo comenzó una relación que fue breve, pero apasionada y turbulenta. Cuando él abandonó París para su próxima gira, ella quiso acompañarlo: