En ocasiones se trataba de mercenarios, pero otras veces eran cautivos o criminales obligados a luchar contra las fieras en la arena. Los primeros eran los venatores (cazadores) propiamente dichos, divididos en varias categorías según su especialidad: arqueros, taurarii (toreros), etc. Los segundos eran los bestiarii, que ofrecían un espectáculo de hombres sin entrenar, armados de forma imperfecta o a veces expuestos totalmente a los animales, atados a columnas o encerrados con ellos en una jaula. Incluso aunque consiguieran dar muerte a una de las fieras, continuamente se soltaban otras nuevas. Rara vez conseguía un condenado matar a una, y en cambio era frecuente que un solo animal matara a varios hombres. Ha quedado registrado el dato de un león que acabó él solo con 200 bestiarii.