Al año siguiente Gesaleico intentó en vano recuperar su trono. Al ser nuevamente derrotado por Ibbas, el visigodo trató de emprender una huida poco honrosa, pero esta vez fue alcanzado y encontró la muerte. Para la posteridad queda el cruel espitafio que le dedicó San Isidoro: sicque prius honorem, postea vitam amisit (perdió primero el honor y después la vida).