Pero ella, en lugar de bajar el arma, apretó el gatillo y destrozó la mano del húsar. A pesar de eso, él continuaba adorándola, y cuanto más humillaciones recibía, más se postraba a sus pies. Ella encontraba divertida la situación e incluso había comenzado a habarle de un proyecto que le rondaba hacía tiempo por la cabeza: la idea de que un hombre fuera capaz de matar por amor a ella, algo que alcanzaba su perfección si la víctima era un caballero acaudalado al que pudiera heredar, como por ejemplo… su marido.