María y Juan asaron los zapatos, rellenándolos con pasas de uva. Cuando sus padres volvieron de trabajar, se los sirvieron, con nata. Al señor y a la señora Martín les gustaron tanto como a los niños. Al terminar, el señor Martín dijo riendo:
- ¡Vaya! Tengo una idea magnífica y la pondré en práctica.
- ¡Vaya! Tengo una idea magnífica y la pondré en práctica.