" ¡Ay de mí! Sólo puedo esconderme detrás de mi parasol y aguardar a que me atrape", pensó. Así pues, temblando, se sentó detrás de su parasol y esperó. Pero no sucedía nada, no sucedió nada. Cuando se asomó por detrás de su parasol, todo estaba tranquilo, y no había ningún pajarraco a la vista.