Al llegar al pozo e inclinarse sobre el brocal, el peso de las piedras lo arrastró y lo hizo caer al fondo, donde se ahogó miserablemente. Viéndolo las cabritas, acudieron corriendo y gritando jubilosas: “ ¡Muerto está el lobo! ¡Muerto está el lobo!” Y, con su madre, pusiéronse a bailar en corro en torno al pozo.