.- Querida podrías darme un poco de azúcar para mi pastel, y de paso vigila a tu gato para que no entre en mi casa, que la última vez se comió parte del pastel.
Justo en ese momento, Carlos se sentó en el cojín de la risa y dejó escapar un enorme ruido, que no tenía nada que envidiar a un trueno enorme. El gato pegó un saltó, y salió corriendo a toda velocidad con el pelo todo erizado y super asustado.
Justo en ese momento, Carlos se sentó en el cojín de la risa y dejó escapar un enorme ruido, que no tenía nada que envidiar a un trueno enorme. El gato pegó un saltó, y salió corriendo a toda velocidad con el pelo todo erizado y super asustado.