Normalmente, después de pelearse los animales volvían a hacerse amigos. Se tumbaban al sol y eran tan amables entre ellos como podían. Pero entonces, cuando todo estaba tranquilo y en paz, el conejo se aburría.
- ¡Me aburro! ¡Me aburro! ¡Me aburro! -decía un día, mientras charlaba con su amiga tortuga-. Ya va siendo hora de que ocurra algo divertido.
- ¡Me aburro! ¡Me aburro! ¡Me aburro! -decía un día, mientras charlaba con su amiga tortuga-. Ya va siendo hora de que ocurra algo divertido.