Una tarde que el cielo adquirió un color semejante al de las plumas de la gaviota, la joven esposa se sentó a la orilla del mar y miró hacia el horizonte.
"Si tuviéramos hijos, podrían jugar conmigo en la arena y no me sentiría tan sola", pensó.
Ocurrió que un martín pescador, con sus pequeñuelos, zambullía su pico en el río que desembocaba en aquel lugar.
- ¡Oh, martín pescador! -exclamó la joven-, desearía tener hijos como tú.
Con gran asombro oyó que el martín pescador le respondía.
- ¡Mira las caracolas! ¡Mira en el interior de las caracolas!
"Si tuviéramos hijos, podrían jugar conmigo en la arena y no me sentiría tan sola", pensó.
Ocurrió que un martín pescador, con sus pequeñuelos, zambullía su pico en el río que desembocaba en aquel lugar.
- ¡Oh, martín pescador! -exclamó la joven-, desearía tener hijos como tú.
Con gran asombro oyó que el martín pescador le respondía.
- ¡Mira las caracolas! ¡Mira en el interior de las caracolas!