El Espíritu de la tormenta soplaba y soplaba como un monstruo salvaje y zarandeaba la pequeña embarcación de un lado para otro. Pero su furia huracanada no lograba hacerla volcar. El niño la dirigía en medio de las olas y pronto a su alrededor el mar se calmó.
Entonces el Espíritu de la tormenta llamó a su amiga la Niebla marina, para que bajara a esconder el agua; sabía que si la niebla se extendía, el hombre y el niño estarían perdidos.
Entonces el Espíritu de la tormenta llamó a su amiga la Niebla marina, para que bajara a esconder el agua; sabía que si la niebla se extendía, el hombre y el niño estarían perdidos.