Pero en otoño, cuando la niebla se extiende por el mar y el cielo se cubre de nubes, ella recuerda la promesa del niño. Arranca las finas plumitas blancas de los pechos de los pájaros y las arroja al viento. Transformadas en copos de nieve, vuelan hacia el oeste para llevar un mensaje al muchacho que le recuerda: " ¡Hijo del Sol, el mundo está gris y solitario! ¡Déjanos ver tu rostro dorado!