Solté una carcajada, me quité el sombrero vaquero y le mostré a Martín las tres calvas mías.
—
Feliz cumpleaños, Martín —dije. ¡Y él también se echó a reír!
Así que bajamos luciendo nuestras respectivas calvas y no paramos de divertirnos en toda la tarde. La
fiesta resultó completa.