Tomás miró detenidamente los largos brazos de aquel tipo y se dio cuenta de que jamás podría cortar el trigo con la rapidez del gigantón.
-No, no hay trato -dijo Tomás.
-O aceptas o lucharás conmigo a muerte -gruñó el espantajo, alzando sus brazos peludos por encima de la cabeza y pataleando torpemente con sus enormes pies.
Conteniendo la risa, Tomás exclamó:
- ¡Qué terrible espectáculo! Por favor, nada de peleas. No me gustaría hacerle daño...
Chocaron sus manos para cerrar el trato y el espantajo se marchó entre grandes risotadas.
-No, no hay trato -dijo Tomás.
-O aceptas o lucharás conmigo a muerte -gruñó el espantajo, alzando sus brazos peludos por encima de la cabeza y pataleando torpemente con sus enormes pies.
Conteniendo la risa, Tomás exclamó:
- ¡Qué terrible espectáculo! Por favor, nada de peleas. No me gustaría hacerle daño...
Chocaron sus manos para cerrar el trato y el espantajo se marchó entre grandes risotadas.