El ciervo no fue el único animal que oyó la llamada de su flauta. Un gran gato montés se acercó por entre los árboles, relamiéndose al pensar en el ciervo que se comería para cenar. Y al ver al viejo Amadeo se alegró todavía más; le mostró todos los dientes con su amplia sonrisa.
La escopeta de Amadeo estaba descargada. Rápido como un rayo, sopló en la flauta, imitando la llamada de un león. El gato montés se asustó tanto que salió corriendo por el bosque, como si le persiguiera un verdadero león.
La escopeta de Amadeo estaba descargada. Rápido como un rayo, sopló en la flauta, imitando la llamada de un león. El gato montés se asustó tanto que salió corriendo por el bosque, como si le persiguiera un verdadero león.