— ¡Uf! ¡Qué calor! —dijo, desabrochándose el chaleco. El Sol brillaba con tanta fuerza, que hasta el alquitrán de las carreteras se volvió pegajoso. — ¡Uf! ¡Esto es demasiado! —dijo el hombre, mirando a las personas que veía sentadas en los bancos, abanicándose