—Me casaré con la que sea capaz de guardar un secreto —les dijo.
Las tres ocultaron la cara en sus delantales y exclamaron: “ ¡Oh!”
— ¿Puedes guardar un secreto, Tania? —preguntó el príncipe.
—Espero que sí —contestó Tania.
—Ya lo veremos. —Y el príncipe le cuchicheó al oído.
— ¡Vaya, qué curioso! —exclamó Tania.
—Volveré dentro de siete días —dijo el príncipe—. Si has sabido guardar el secreto, serás mi esposa.
No bien se hubo alejado, Celia y Dorotea empezaron a preguntarle qué era lo que el príncipe le había susurrado al oído. Pero Tania se negó a revelarlo.
— ¡Es un secreto!
Las tres ocultaron la cara en sus delantales y exclamaron: “ ¡Oh!”
— ¿Puedes guardar un secreto, Tania? —preguntó el príncipe.
—Espero que sí —contestó Tania.
—Ya lo veremos. —Y el príncipe le cuchicheó al oído.
— ¡Vaya, qué curioso! —exclamó Tania.
—Volveré dentro de siete días —dijo el príncipe—. Si has sabido guardar el secreto, serás mi esposa.
No bien se hubo alejado, Celia y Dorotea empezaron a preguntarle qué era lo que el príncipe le había susurrado al oído. Pero Tania se negó a revelarlo.
— ¡Es un secreto!