El príncipe preguntó a Tania y a Dorotea si su hermana les había revelado el secreto. “No, no”, fue la respuesta que obtuvo. Así que tendió sus manos a Celia y dijo:
—Entonces tú serás mi es...
Mas antes de poder decir “esposa”, se oyó un zumbido en la ventana y penetró una nube de abejas.
- ¡Ni una palabra más! -zumbaron las abejas—. ¡Nos lo ha contado a nosotras! Vino al huerto y lo susurró en voz alta. ¡Y nosotras que estábamos en los árboles pudimos oírlo!
Y las abejas murmuraron en voz alta el secreto del príncipe:
— ¡Llevas un agujero en la punta de tu media derecha!
El príncipe soltó la mano de Celia y la miró con tristeza.
—En este caso, me temo que no puedes ser mi esposa.
Entonces se volvió hacia Dorotea y dijo:
— ¿Puedes tú guardar un secreto?
—Entonces tú serás mi es...
Mas antes de poder decir “esposa”, se oyó un zumbido en la ventana y penetró una nube de abejas.
- ¡Ni una palabra más! -zumbaron las abejas—. ¡Nos lo ha contado a nosotras! Vino al huerto y lo susurró en voz alta. ¡Y nosotras que estábamos en los árboles pudimos oírlo!
Y las abejas murmuraron en voz alta el secreto del príncipe:
— ¡Llevas un agujero en la punta de tu media derecha!
El príncipe soltó la mano de Celia y la miró con tristeza.
—En este caso, me temo que no puedes ser mi esposa.
Entonces se volvió hacia Dorotea y dijo:
— ¿Puedes tú guardar un secreto?