Y estrechando las manos de Dorotea entre las suyas, preguntó:
— ¿Quieres casarte conmigo?
Dorotea miró al príncipe. Tenía un rostro tierno y bondadoso, y ella le dijo que sí. Se despidió con un beso de su padre y de sus hermanas, y se alejó a caballo acompañada del príncipe.
- ¡Ha olvidado quitarse el delantal! -exclamaron riendo su padre y sus hermanas.
Nadie descubrió jamás lo que el príncipe le había susurrado a Dorotea al oído. Ella y el príncipe vivieron dichosos en el castillo sobre la colina, y si bien Dorotea ya no tuvo que hilar, ni barrer los suelos, ni vigilar el puchero nunca más, cada noche se sentaba con un cesto de ropa para remendar, pues las medias del príncipe estaban siempre llenas de agujeros.
— ¿Quieres casarte conmigo?
Dorotea miró al príncipe. Tenía un rostro tierno y bondadoso, y ella le dijo que sí. Se despidió con un beso de su padre y de sus hermanas, y se alejó a caballo acompañada del príncipe.
- ¡Ha olvidado quitarse el delantal! -exclamaron riendo su padre y sus hermanas.
Nadie descubrió jamás lo que el príncipe le había susurrado a Dorotea al oído. Ella y el príncipe vivieron dichosos en el castillo sobre la colina, y si bien Dorotea ya no tuvo que hilar, ni barrer los suelos, ni vigilar el puchero nunca más, cada noche se sentaba con un cesto de ropa para remendar, pues las medias del príncipe estaban siempre llenas de agujeros.