Luego, la avioneta se abalanzó sobre un estanque repleto de peces. Las alas casi rozaban el
agua.
- ¡Cuidado con esas r-r-
rocas! -gritó Minuto.
Volvieron a subir, rugiendo, girando y metiéndose por todas las grietas y escondrijos del
jardín. Pero no encontraron ni rastro del
castillo.