Subieron de nuevo fatigosamente al
tejado de la caseta.
-Lo siento,
amigo -dijo el comandante- Será mejor que regresemos. Empieza a oscurecer.
Peor aún, comenzaba a
llover.
La avioneta despegó del tejado. A pesar de protegerse con sus anteojos, el comandante no veía muy bien a dónde se dirigía.