— ¿Tú? Una pobre india…
—Yo siempre he vivido miserablemente —contestó la anciana— mas poseo el secreto de la cumbre y sé dónde anida el codiciado Cóndor de Fuego.
— ¡El Cóndor de Fuego! —exclamó Inocencio, con el mayor estupor, al recordar una leyenda antiquísima que le habían narrado sus padres—, Dime… ¿Cómo es?
—Yo siempre he vivido miserablemente —contestó la anciana— mas poseo el secreto de la cumbre y sé dónde anida el codiciado Cóndor de Fuego.
— ¡El Cóndor de Fuego! —exclamó Inocencio, con el mayor estupor, al recordar una leyenda antiquísima que le habían narrado sus padres—, Dime… ¿Cómo es?