Esos tesoros, por una tradición de mis antepasados, deberán caer en manos de un hombre bueno y generoso. ¡Ese hombre eres tú, Inocencio!
—Entonces… ¿me dirás dónde se encuentra el Cóndor de Fuego? —preguntó Inocencio.
—Entonces… ¿me dirás dónde se encuentra el Cóndor de Fuego? —preguntó Inocencio.