Rufián quitó el maravilloso talismán de la piedra verde a Inocencio, pero olvidó llevarse la pequeña llavecita.
Una tarde que cruzaba un valle solitario, escuchó sobre su cabeza el furioso ruido de unas enormes alas. Miró hacia los cielos y vio con asombro un monstruoso cóndor que desde lo alto lo contemplaba con sus ojos llameantes.
— ¡Ahí está! —exclamó el malvado.
Una tarde que cruzaba un valle solitario, escuchó sobre su cabeza el furioso ruido de unas enormes alas. Miró hacia los cielos y vio con asombro un monstruoso cóndor que desde lo alto lo contemplaba con sus ojos llameantes.
— ¡Ahí está! —exclamó el malvado.