Rufián tembló al verlo, pero, repuesto en seguida, alzó la mano derecha y le mostró el precioso talismán de la piedra verde.
El Cóndor de Fuego, al contemplar la misteriosa alhaja, detuvo su vuelo de pronto y se quedó como prendido en el espacio. Después voló sobre Rufián y tomándolo suavemente entre sus enormes garras lo elevó hacia los cielos. El Cóndor lo transportó por los aires, en un viaje de varias horas, hasta que, casi a la caída del sol, descendió a gran velocidad sobre las mismas cumbres de la enorme montaña llamada del Aconcagua. Habían llegado.
El Cóndor de Fuego, al contemplar la misteriosa alhaja, detuvo su vuelo de pronto y se quedó como prendido en el espacio. Después voló sobre Rufián y tomándolo suavemente entre sus enormes garras lo elevó hacia los cielos. El Cóndor lo transportó por los aires, en un viaje de varias horas, hasta que, casi a la caída del sol, descendió a gran velocidad sobre las mismas cumbres de la enorme montaña llamada del Aconcagua. Habían llegado.