Mientras preparaba los cartuchos, el Cóndor de Fuego lo contemplaba en silencio desde muy cerca, y sus ojos fulgurantes parecían desconfiar del nuevo poseedor de la alhaja.
Rufián, sin recordar al monstruo e impulsado por su codicia sin límites, prendió fuego a la mecha y muy pronto una terrible explosión conmovió la montaña.
Rufián, sin recordar al monstruo e impulsado por su codicia sin límites, prendió fuego a la mecha y muy pronto una terrible explosión conmovió la montaña.