- ¡Y ahora, al estudiante! -pensó; y subió calladito a la buhardilla, por la
escalera de la cocina. Había luz en el cuarto, y el duendecillo miró por el ojo de la cerradura y vio al estudiante que estaba leyendo el libro roto adquirido en la
tienda. Pero, ¡qué claridad irradiaba de él!