La muchacha estaba desesperada, pues creía imposible cumplir la tarea pero, como el día anterior, apareció el enano saltarín: – ¿Qué me das si hilo la paja para convertirla en oro? – preguntó al hacerse visible. – Sólo tengo esta sortija – Dijo la doncella tendiéndole el anillo. – Empecemos pues, – respondió el enano. Y zis-zas, zis-zas, toda la paja se convirtió en oro hilado.