Por favor, enano, por favor, ahora poseo riqueza, te daré todo lo que quieras. – ¿Cómo puedes comparar el valor de una vida con algo material? Quiero a tu hijo – exigió el desaliñado enano. Pero tanto rogó y suplicó la mujer, que conmovió al enano: – Tienes tres días para averiguar cuál es mi nombre, si lo aciertas, dejaré que te quedes con el niño.