- ¡Fuera, fuera! -ladró el viejo mastín. Se había vuelto algo ronco desde que no era perro de interior y no podía tumbarse junto a la estufa-. ¡Ya te enseñará el sol a correr! El año pasado vi cómo lo hacía con tu antecesor. ¡Fuera, fuera, todos fuera!
-No te entiendo, camarada -dijo el hombre de nieve-. ¿Es acaso aquél de allá arriba el que tiene que enseñarme a correr?
-No te entiendo, camarada -dijo el hombre de nieve-. ¿Es acaso aquél de allá arriba el que tiene que enseñarme a correr?