
Al llegar a la biblioteca, se encontró con el Primer Ministro y el Canciller.
— ¡Qué cantidad de libros! —exclamó León—. Quisiera leerlos todos.
—Majestad —dijo el Canciller—, os aconsejo que no los leáis. El anciano rey se volvió un poco excéntrico. Ciertas personas decían, incluso, que era un mago.
— ¿De veras? ¿Ni siquiera puedo leer éste?
— ¡Qué cantidad de libros! —exclamó León—. Quisiera leerlos todos.
—Majestad —dijo el Canciller—, os aconsejo que no los leáis. El anciano rey se volvió un poco excéntrico. Ciertas personas decían, incluso, que era un mago.
— ¿De veras? ¿Ni siquiera puedo leer éste?