Por suerte, el día siguiente era sábado. Juanito cogió su almuerzo y un cubo, y
caminó por el
campo hasta las
cataratas, llamadas “Salto del Pavo Real”, en donde el
agua, al saltar por las
rocas, formaba unas gotitas que resplandecían con unos
colores maravillosos, como los de un pavo real.