Bueno, ¿qué iba a hacer él? Sacó del bolsillo lo que le quedaba del arco iris y vendó con éste la pierna de Marita. Pero todavía pudo quedarse con un trocito muy pequeñito que sobró.
Marita estaba embelesada viendo el arco iris alrededor de la pierna.
Gritaba…
- ¡Es maravilloso! ¡He dejado de sangrar!
Marita estaba embelesada viendo el arco iris alrededor de la pierna.
Gritaba…
- ¡Es maravilloso! ¡He dejado de sangrar!