El campesino obedeció. Puso la bajo los bigotes del tigre y empezaron a arder. Le acercó el fuego a las orejas, al lomo, a la cola, y por donde rozaba le dejaba la piel chamuscada.
- ¡Me quema, me quema! -aullaba el tigre.
- ¡Me quema, me quema! -aullaba el tigre.