Por unos momentos reinó un gran silencio; después, silbidos; luego, bufidos, y, finalmente, grandes lamentos. Los iracundos gatos continuaron protestando hasta que, de una de las jaulas, surgió un gran rugido: “ ¡Gobolino es el gato de una bruja!”. Por todas las jaulas se extendió el furioso murmullo: “ ¡Gobolino es el gato de una bruja!”. Al oír los silbidos y los bufidos, los jueces se pusieron pálidos.