Una vez estuvo seco, le dio leche caliente. Y cuando ella se fue a ordeñar las vacas, jugó con los niños. Todos los gatos embrujados saben muchos trucos, y, aunque Gobolino quería ser un gato faldero, también los había aprendido. Sacó chispas azules por los bigotes y rojas por la nariz. Tan pronto se hacía invisible, escondiéndose en los lugares más extraños, como reaparecía para divertir a los niños.