- ¡Déjame entrar, gatito! -pidió el duende.
Gobolino se sentó, mirándole.
- ¡Qué cocina más bonita! ¡Y qué platos tan brillantes! ¡Y qué hermosa cuna! ¡Y qué calorcillo tan agradable!… ¡Déjame entrar!
Gobolino no se movió, sin dejar de mirarle. El duende comenzó a golpear la ventana.
-Los gatos falderos sois todos iguales. Mira: tú estás caliente y seguro. ¡Y yo aquí fuera, solo y muerto de frío!
Gobolino se sentó, mirándole.
- ¡Qué cocina más bonita! ¡Y qué platos tan brillantes! ¡Y qué hermosa cuna! ¡Y qué calorcillo tan agradable!… ¡Déjame entrar!
Gobolino no se movió, sin dejar de mirarle. El duende comenzó a golpear la ventana.
-Los gatos falderos sois todos iguales. Mira: tú estás caliente y seguro. ¡Y yo aquí fuera, solo y muerto de frío!