- ¡Mira qué desastre! -gritó la mujer.
- ¡Te lo dije! -contestó el granjero-. Es un gato embrujado y no sirve para nada. ¡Voy a ahogarlo!
Al escuchar las palabras del granjero, Gobolino saltó de su caja y salió zumbando por la
puerta de la
cocina. Corrió por el
sendero y desapareció
montaña arriba.