A la mañana siguiente, el barón ofreció a Rosabel cinco piezas de oro para que le revelase cuál había sido el regalo del caballero. Pero ella se resistía a decírselo.
- ¡Oh, no! -sollozaba- ¡No puedo! El regalo me convertiría en pan de higo y me arañaría con sus zarpas.
- ¡Oh, no! -sollozaba- ¡No puedo! El regalo me convertiría en pan de higo y me arañaría con sus zarpas.