—El duque nos ha ordenado que hagamos una reverencia cada vez que pasemos frente a ese palo.
— ¡Qué majadería! ¡Me niego a inclinarme ante un sombrero!— Y cruzó la plaza seguido de su hijo.
— ¡Deténte! —dijeron unos soldados, al tiempo que se abalanzaban sobre él.
Una vez reducido, condujeron a Tell y a su hijo a la corte del duque. Gessler se frotó las manos de satisfacción y dijo:
— ¡Qué majadería! ¡Me niego a inclinarme ante un sombrero!— Y cruzó la plaza seguido de su hijo.
— ¡Deténte! —dijeron unos soldados, al tiempo que se abalanzaban sobre él.
Una vez reducido, condujeron a Tell y a su hijo a la corte del duque. Gessler se frotó las manos de satisfacción y dijo: