Guillermo Tell, por el delito de desacato a mi sombrero, podría arrojarte a las mazmorras del castillo de Kussnacht para el resto de tus días.
Guillermo Tell
Guillermo mantuvo erguida la cabeza y miró al duque con calma y serenidad.
Gessler se puso furioso. ¿Es que no había forma de desmoralizar a aquel hombre?
“Sí”, pensó sonriendo cínicamente, “tal vez sí exista un medio”.
—He oído decir que eres el mejor arquero del país —dijo, arrellanándose en su butaca.
- ¡Qh, sí, es cierto! —exclamó el hijo de Tell.
Guillermo Tell
Guillermo mantuvo erguida la cabeza y miró al duque con calma y serenidad.
Gessler se puso furioso. ¿Es que no había forma de desmoralizar a aquel hombre?
“Sí”, pensó sonriendo cínicamente, “tal vez sí exista un medio”.
—He oído decir que eres el mejor arquero del país —dijo, arrellanándose en su butaca.
- ¡Qh, sí, es cierto! —exclamó el hijo de Tell.