Entonces se oyó una voz que dijo:
—Tú puedes hacerlo, padre. Sé que puedes. No temas, no moveré un músculo hasta que hayas hecho diana en la manzana de mi cabeza.
Los soldados amarraron al chico al árbol y colocaron una pequeña manzana roja sobre su cabeza. Guillermo montó una flecha en su ballesta.
—Tú puedes hacerlo, padre. Sé que puedes. No temas, no moveré un músculo hasta que hayas hecho diana en la manzana de mi cabeza.
Los soldados amarraron al chico al árbol y colocaron una pequeña manzana roja sobre su cabeza. Guillermo montó una flecha en su ballesta.