—De haber matado a mi hijo con la primera -respondió Guillermo sin alterarse—, habría clavado la segunda en tu despiadado corazón, Gessler.
El duque, enfurecido, exclamó:
— ¡Morirás por tu traición! ¡Llevadle al castillo de Kussnacht al otro lado del lago y dejad que las bestias de la bodega lo devoren vivo!
El duque, enfurecido, exclamó:
— ¡Morirás por tu traición! ¡Llevadle al castillo de Kussnacht al otro lado del lago y dejad que las bestias de la bodega lo devoren vivo!