Ni corta ni perezosa, empezó a quitarse las botas, la bufanda, los vestidos y las medias.
— ¿Cuántas cabras tienes a tu cuidado?—preguntó al chico—. ¿Cómo se llaman? ¿A dónde las llevas? ¿De quiér son?
El chico sonrió. Heidi le hacía tantas preguntas seguidas, que no le daba tiempo de responder. Entonces la niña oyó a su tía Adela que gritaba:
— ¿Cuántas cabras tienes a tu cuidado?—preguntó al chico—. ¿Cómo se llaman? ¿A dónde las llevas? ¿De quiér son?
El chico sonrió. Heidi le hacía tantas preguntas seguidas, que no le daba tiempo de responder. Entonces la niña oyó a su tía Adela que gritaba: