—Hola, tío —dijo Adela—. He traído a la pequeña Heidi para que se quede a vivir contigo. Yo no puedo ocuparme más de ella. Ahora te toca a ti.
Los ojos de tío Anselmo lanzaban chispas.
— ¿Que me toca a mí, dices? ¿Y qué sé yo de cuidar a una niña? Y tú, Pedro ¿qué estás mirando? ¡Largo de aquí, y llévate las cabras!
Los ojos de tío Anselmo lanzaban chispas.
— ¿Que me toca a mí, dices? ¿Y qué sé yo de cuidar a una niña? Y tú, Pedro ¿qué estás mirando? ¡Largo de aquí, y llévate las cabras!